Tareixa Taboada
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La energía fosforescente de la pintura de Abraham Caride llena la galería Basquiart

 

 

«¡Qué los cuadros atraviesen la garganta, que se claven en los ojos, que atenacen los corazones!». Baselitz

El Espacio multicultural y expositivo Basquiart dirigido por Abraham Caride, abre sus puertas con una muestra de pintura del propio muralista. Constituye un espacio alternativo de arte contemporáneo con venta de obra gráfica, materiales para el artista, libros y accesorios que responde a un nuevo concepto de interpretación del arte y sus productos y funciones, artefactos e ideas.

La pintura de Caride se nutre del Art Grafitti, y de un neoexpresionismo propio de Los Nuevos Salvajes «Die Neuen Wilden» cicatrizado en la Alemania de los 60 y extendido en los 80 por Kiefer y Baselitz, asentado en la Documenta 7 de Kassel, madurado en la transvanguardia italiana y la figuración libre francesa, atemperado por la cultura popular del Pop Art en su versátil difusión de la imagen, que en su globalización totalizadora, suaviza el carácter descarnado y subversivo del tema expresionista y las torsiones y distorsiones del gesto y la figuración, deformada e hipertrofiada, del cuerpo.

Revisando el nihilismo de Nietzsche sin desesperanza pero manteniendo el nivel de angustia y existencialismo de los expresionistas alemanes de Die Brücke y el expresionismo abstracto americano, Abraham Caride consigue una intensidad brutal, a través de un cromatismo feroz y con una figuración impulsiva de grave expresividad. Remite a A.R.Penck  e Immendorff en la identificación con el graffiti urbano y los grafismos y valores sígnicos del Art Graffiti neoyorquino y figuras troqueladas, siluetas antropomorfas esquematizadas y danzantes como Keith Haring y el primitivismo intuitivo, ecléctico e innovador de Basquiat (Bad Painting americana).

Texturas arbitrarias

El artista se expresa mediante la técnica del grafitti o muralismo urbano, contextualizando el soporte plástico que traslada del espacio urbano al lienzo y en la yuxtaposición de elementos figurativos y contrastantes, sobre un fondo neutro o de texturas arbitrarias por los chorreos, manchas y goteos del spray o fórmulas empastadas que realzan, protagonista, el elemento figurativo no imitativo, en el retrato de agresivo carácter emocional y rotunda expresividad.

El diálogo que establece a través de su estilo personal entre los materiales, combinación de distintas técnicas, alternancia de aerosoles, pinturas industriales y acrílicos; la expansiva extensión de entorno urbano y el limitado lugar del soporte plástico, lo público y lo privado, espacialismo, gestualismo, ambientación de dramática iluminación, figuración y graffitismo, los distintos planteamientos representativos, estructurales y perspectivos, constituyen un discurso plástico que enlaza y enfrenta tradición y vanguardia en pintura, pugna entre academicismo y renovación rupturista. Reciclaje de los lenguajes tradicionales.

El color es fundamental en la obra de Caride a través del empleo de gamas de máxima intensidad de fucsias, verdes ácidos y naranjas irreales y eléctricos, chillones y fluorescentes y tonos neutros con los que acusa contrastes fuertes y provocativos, cambios cromáticos intensos sin transición. Los temas surgen de sus propias experiencias vitales, de su interés por la música y el cine, retratando personajes contemporáneos reales y ficticios. Su lenguaje directo y expresivo, se aproxima en su cromática alternativa y retrofuturista, al Grupo de Berlín constituído por Fetting, Midendorf y Salomé, los Nuevos Salvajes o «Neuen Wílden»  revisando el concepto del fauve francés y extendiéndolo al wild, cuya actitud no es simplemente estética como en el primero, sino ácido, critico y de denuncia.

El graffiti tiene su origen en el vocablo griego graphein que significa escritura, por esto, se vincula al texto reivindicativo y al contexto urbano, ilustrando una expresión libre y aguda sátira para espolonear a una sociedad aburguesada y vacía. Otros grandes artistas urbanos son Banksy, Blek le Rat, Miss Van, el ourensano Mon Devane que, como Caride, prescinde del texto revitalizando el poder expresivo de la imagen proyectada. La sofisticación de la crítica urbana con un lenguaje iconográfico de postvanguardia, reaccionario y corrosivo frente la manipulación del arte.

Cabe destacar el aprovechamiento del espacio expositivo con una sala interior que mantiene, en el reflejo de los blancos azulejos, su sangriento pasado de carnicería. De este espacio cuelgan, compartiendo lugar, los retratos de familiares como Lola o Cris, con Mandela, Dalí, Rosalía, Castelao o Camarón.